lunes, 17 de diciembre de 2012

EL PODER DEL CONOCIMIENTO CRECIENTE


EL PODER
DEL CONOCIMIENTO CRECIENTE

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.

-“Una vez alcanzada aquella meta ha surgido ante mí otra más elevada”-.
Friedrich Schlermacher

           Cuando le preguntaron al gran jurista italiano Francesco Carnelutti, por qué en edad avanzada continuaba investigando y escribiendo, él respondió: -“Para corregir mis errores”-.
Por muy adelantado que esté alguien en el camino de la sabiduría, siempre considera que, es tanto lo que hay que avanzar,  que está muy lejos de considerarse una persona sabia o que ya aprendió lo suficiente, al contrario, mientras más avanza, se percata mejor, cada quien, de la inmensidad de lo que queda por andar.
La carrera universal del ser humano es sin límite; es una evolución ascendente, en forma de espiral. Es eterna, por tener ese carácter el inmortal espíritu.
Desde la más remota antigüedad, los más preclaros individuos han tenido conciencia de la progresión cíclica de la existencia humana, en infinitos y continuos ciclos evolutivos –o fases existenciales-, donde cada una es la encarnación de una nueva etapa de progreso, la cual, una vez culminada, prepara la siguiente, al igual que, cuando se asciende una montaña, mientras más alto se llega, más lejos se ve.
-¿Dónde está el comienzo y el fin, en las metas cósmicas?-.
Lo eterno y lo infinito en el espacio y tiempo parecen no tener términos, como en efectos así es. Cabría la pregunta: -“Que había antes del comienzo y que habrá después del fin?
Un nuevo ciclo, un grado más elevado, una realidad distinta, otro planeta, retos más exigentes y oportunidades nacientes para potenciar la maestría personal y realizar la gran obra cósmica.
En cada etapa de la carrera universal, el mismo espíritu inmortal; más sabio, maestro hasta allí, pero, eterno aprendiz de ahí en adelante, hasta el infinito, que significa siempre un más allá; hasta la eternidad que quiere decir: el eterno presente, -como suma existencial cósmica-, en el aquí y ahora, en constante progresión.
Llegar a la meta, en determinado rango evolutivo, implica aspiración a lo que sigue después.
El presente constituye la base como eslabón de la cadena evolutiva universal de la eternidad que está por delante; si ese eslabón requiere fortaleza, hay que trabajar en ello hasta fortalecerlo en grado suficiente y luego pasar al siguiente; cada grado es un aula de estudio; al desocuparla, otro la ocupa y se asciende al siguiente grado.
Existen infinitas aulas de estudio con sus respectivos grados de sabiduría; cada uno –y sus funciones- implican tareas que, como misión de vida, se realizan para aspirar al salario cósmico.
El aliento cósmico permite absorber las energías suficientes -por medio de la aspiración divina que, en determinados grados va manifestándose en cada persona- hasta realizar la obra sin importar la cuantía.
Mientras más elevadas es la obra, mayor cantidad de energía es la absorbida, en grado suficiente, acorde a la magnitud de lo que hay por realizar.
El universo secunda a cada persona, por cuanto, dentro de la aparente ilusión de que la obra es propia, ésta es, en realidad, la del Supremo Hacedor, de cuya divina inteligencia se es instrumento ejecutor.
Los planes fueron trazados por el Gran Arquitecto del Universo; cada persona asume, voluntariamente, los objetivos que su visión y fuerzas les permiten, que representa su cuota de cooperación, en cada etapa, y por ende, el salario que va obteniendo le da autonomía en su ascenso gradual y eterno por los infinitos canales de la evolución universal.
Todo logro, o triunfo, es un paso hacia delante y te faculta para uno mayor.
En cada escalón están las tareas inherentes y la emocionante certeza de nuevas cosas por aprender  que califica, a cada persona, de aprendiz de la sabiduría –que investiga la verdad-, en el eterno presente.
Las necesidades cósmicas y personales son las que orientan los diferentes niveles de aprendizajes como guías certeras en la evolución –grados de conciencia adquiridos- en la escala cósmica.
Cada nueva experiencia, en la infinita variedad, es un grado más de percepción de conciencia.
Es tal la inmensidad de resultados positivos que depara la infinita carrera humana, que hay que aprovechar cada minuto al máximo para permanecer en movimiento ascendente, y constante, para recibir la riqueza universal que a cada persona está asignada.
Se precisa aceptación. Abrir la puerta de la mente para recibir la abundancia universal; engrandecer la copa de la vida para tener mayor capacidad de absorción. De trabajo, estudio y aprendizaje aplicados al servicio de la humanidad, aquí y ahora, aunados a la práctica de todas las virtudes, con el supremo amor como escudo y poder universal que energiza y concede la potencia suficiente, y necesaria, para amar con efectividad a la sabiduría universal y beber de sus fuentes más excelsas.
Adelante.


sábado, 15 de diciembre de 2012

EL PODER DE LA HONRADEZ



EL PODER DE LA HONRADEZ

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


     La máxima satisfacción que el ser humano experimenta es la de saber que todo logro y/o posesión lo debe a su propio esfuerzo  y a un trabajo honesto.

La conducta del sabio es recta en sus propósitos, acciones  y resultados. Sabe que la honestidad  es el único camino que conduce a una vida feliz. Por lo tanto, busca todo bien en lo honesto, y encuentra, dentro de sí, el supremo contento. La experiencia de la vida demuestra que, para alcanzar la felicidad, la honestidad es el bien exclusivo que la proporciona.

Todo acto de honradez genera tranquilidad interior, seguridad, confianza en sí mismo, autoridad moral, auto-respeto y disponibilidad para los logros que deben ser alcanzados. La razón es el fiel de la balanza que indica la conducta a seguir, en cada caso, rigiendo las acciones de acuerdo con la justicia, la integridad, la probidad, la lealtad y el honor.

Todo cuanto hagas, hazlo por amor a la honestidad y a la rectitud, para tener la conciencia tranquila.

Adopta, en todo momento, decisiones justas, tanto para otros como para ti. Condúcete, frente a las pruebas de la vida, con serenidad, ánimo tranquilo, fe, valor, aceptación de la realidad y sinceridad interior, firmeza, constancia, plena comprensión de las leyes cósmicas y sus valores. La experiencia de la honestidad pone en práctica todas las virtudes que generan y, mantienen, el honor, en cada uno de los propios actos.

La integridad moral, permite cumplir el propio deber, a plenitud, y, lleva a resistir la tentación de los actos reñidos con lo honesto; la probidad, lo hace cumplir, dando a cada uno lo suyo, por respeto a las leyes y, para mantener la reputación intachable; la lealtad, lo cumple con placer y desinterés; y, la honestidad, por amor al bien,  rindiendo honor a los propios compromisos, alcanzando un sentimiento de auto-liberación. Todo acto en desacuerdo con la honestidad es una deuda cósmica que se adquiere, la cual debe ser pagada, oportunamente. Además, por un mecanismo cósmico, en el mismo momento que alguien decide obtener cualquier indebida posesión, simultáneamente, actúan fuerzas positivas del bien, determinando que, una vez obtenida, la desplazarán de sus manos.

La experiencia acumulada por los sabios indica que, toda persona debe retener para sí solo  lo que le pertenece, para gozar de la paz interior. De esta manera se experimenta la libertad personal.

La justicia universal coopera, con la persona honrada, a mantener el equilibrio evolutivo. Además, todo lo ve y lo pesa, inflexiblemente, haciendo pagar, a cada quien, aquí y ahora, lo que la balanza indica, con sus respectivos intereses. Es preferible ser acreedor. Cuanto antes cada uno pague sus compromisos cósmicos, por la Ley de Compensación, mejor. Dispondrá de libertad integral: física, moral, intelectual y espiritualmente, poder de realización, , gozará de la verdadera felicidad.

Conviene entusiasmarse con las riquezas acordes con la honestidad, pues, de seguro que agradará el destino que le toca a sus poseedores. Siempre, todos han quedado satisfechos de cualquier acto efectuado de acuerdo con la honradez.

Responde con honradez a la confianza que te han otorgado tus conciudadanos.

Cumple tu deber por amor al bien y sé virtuoso por conciencia y comprensión de los valores reales de la vida, de los beneficios genuinos y de la felicidad que proporciona  la práctica de las virtudes. Ten presente que, frente a toda situación,  la vida prueba tu honradez. Mantén firme tu resolución de salir airoso aplicando los principios de la dignidad, la decencia, la justicia y el amor.

Simón Bolívar, decía: -“hombres virtuosos, patriotas e ilustrados, constituyen las repúblicas”, y, -“la educación forma al hombre moral”-.

La honestidad, -parafraseando a Duclos- actúa por conciencia, se desarrolla con la educación, se mantiene con los principios y se fortifica con el ejemplo.

La honradez es tu mayor riqueza y crédito. Actúa con buena fe. Sé confiable, justo y honrado, siempre. Cada día palparás, más y mejor, que la experiencia de la honradez proporciona la auténtica   felicidad de la vida y un elevado sentido de la auto-estima y dignidad personal. 


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Desde la antigüedad, tanto los sabios como la gente sencilla, se han percatado de la presencia de la ley divina que actúa, instantáneamente, haciendo esfumar el dinero –u otro bien- mal habido, aparte de dejar poco bien parados a sus ejecutores. La honradez, la veracidad, la equidad, la rectitud, el trabajo efectivo, la paciencia, la persistencia, el entusiasmo, la moderación, la prudencia, la templanza, la voluntad de servicio,  el ahorro y la inversión, el sacrificio, el esfuerzo constante, constituyen el único camino a la auténtica riqueza integral, al bienestar sólido, a la tranquilidad de espíritu, y, a hacerse dignos de que, las leyes cósmicas,  y, la protección divina, concurran en cooperación  activa, a prestar su concurso, por cuanto, el Gran Ser Supremo,  y la vida, ayudan a quienes se ayudan a sí mismos, correcta y honradamente, y persisten, con ánimo contento, confiados, en el resultado final positivo, en todas las etapas  existenciales.

La única manera de alcanzar la auto liberación es estando libre de deudas de toda índole; económicas, morales, etcétera.
Quien, indebidamente, se aprovecha de otros, aparte de quedar, instantáneamente, sujeto a la acción de la ley cósmica,  se convierte en esclavo de quienes ha perjudicado, y, antes o después,  debe reparar la falta, incluyendo los respectivos intereses, y, en el intervalo, dejará de tener libertad de acciones hasta el día en que inicie la reparación y compense el hecho. 
Es una fuerza de coacción cósmica que actúa  oportunamente (inmediatamente), llevándose lo indebido, de múltiples y variadas formas, zahiriendo al infractor, quien dejará de tener paz hasta que actúe correctamente y restablezca el equilibrio, compensando su deuda  existencial.

Quien quiere ver, observa claramente esta ley, y los efectos de su infracción en todas las áreas de la vida.  Todos los que se aprovechan inadecuadamente de sus funciones, con manejos indebidos de las situaciones, pese a lo mucho o poco obtenido, las necesidades surgidas se lo llevarán, encontrándose igual que antes, con la agravante de una deuda innecesaria, un cargo de conciencia que instan a la rectificación, y, además, fuerzas cósmicas los mantendrán en tareas en las cuales deberán compensar el hecho y, por mucho que se quiera, se dejará de tener la libertad debida, hasta que cada uno salde su compromiso cósmico y obtenga la auto liberación, actuando en plena armonía y concordancia con las leyes cósmicas: justicia, rectitud, honradez, sinceridad, trabajo efectivo, estudio constante,  etcétera.

Con la vida no se juega, por cuanto, el “ojo que todo lo ve”, mediante un mecanismo simultáneo,  realiza movimientos adecuados que neutralizan cualquier acto indebido del que se aparta del justo camino.

Pero, la vida es colaboradora insuperable cuando cada uno  decide recorrer  el camino del servicio, del progreso, de la justicia, de la práctica de todas las virtudes y del amor.

La vida, con tiempo, prevé a las propias necesidades; por supuesto, no hay que quedarse de brazos cruzados, tal como dice la máxima popular: -“Ayúdate que Dios te ayudará”-.

Hay que tener confianza en la suprema bondad, en el sentido de que, aún en el peor rigor de la justicia divina, ésta siempre busca el bien de cada quien y aun imponiendo corrección severa, si se acepta el hecho y se opta por la propia redención, con paciencia, constancia y confianza,  todo coadyuvará en beneficio propio.

La justicia universal da a cada quien exactamente lo que se merece, ni más ni menos. Hay sólo un camino: lograr mayor merecimiento, haciendo lo que debe hacerse, dando más y mejor  servicio, siendo altruistas y generosos, alcanzando la excelencia, en todo.

La regla de oro en las interrelaciones humanas la constituye la antigua  máxima: -“Hacer a los demás  lo mismo que se quisiera recibir  para sí en idénticas condiciones”-.

Dale a la vida lo mejor que puedas darle y ella te dará lo mejor que tú seas capaz de recibir.

Respeta la porción ajena y conservarás la tuya intacta para usarla a tu mejor conveniencia.  Al que quita le será quitado; al que da, le será dado más aún, para que siga dando: servicio, amor, respeto, etcétera.

Lo mismo que tú quieras para ti, debes darlo antes y lo recibirás oportunamente.

Acepta la abundancia de este día, realiza tu tarea con ánimo contento y sé feliz.

Adelante.


sábado, 1 de diciembre de 2012

ANDRÉS BELLO, EL SABIO





ANDRÉS BELLO, EL SABIO

Por ©Giuseppe Isgró C.

Carlos V, con agudeza singular, frente al voraz afán por destruir todo vestigio del pasado, como lo señala Bartolomé De Las Casas, en su reseña al respecto, sugería rescatar la memoria histórica de los antepasados, en el territorio americano.

Uno de los que siguieron aquella sugerencia fue Pedro de Cieza de León, que en su Crónica del Perú y en El Señorío de los Incas.

En todo país es preciso rescatar los Valores de la Patria. Andrés Bello, relevante figura del humanismo americano, fue conocido, en su época, como “el hombre que lo sabía todo”.

Ya al salir para Londres, en junio de 1810, en compañía de López Méndez y de Simón Bolívar, había escrito su Resumen de la Historia de Venezuela, y la Gramática Castellana para el uso de los americanos, con la que buscaba mantener la unidad del castellano, era una obra acabada.

Sin duda, denota ya, a esa temprana juventud, un genio formidable, con la que habría pasado como uno de los grandes hombres de la humanidad. Es la segunda gramática más importante después de la de Antonio Nebrija, escrita en 1492, con análogo fin. Su lectura es una delicia, por la concisión, perfección de estilo y claridad en las ideas, en la edición ampliada y comentada por Rufino José Cuervo.

Su permanencia en Londres, y su acceso a la Biblioteca del Museo Británico y a la de Francisco de Miranda, durante diecinueve años, le permitió cultivar ampliamente su acervo cultural en tal grado que constituyó la base para su fecunda obra en Chile, en la tercera etapa de su vida.

Su extensa obra como Jurisconsulto y Legislador, por su aporte a la Constitución Chilena, a la Redacción del Código Civil, que al igual que lo hacen los literatos con el Napoleónico, es preciso leer para perfeccionar el arte de escribir con precisión en las ideas y la elegancia en el estilo.

Fue, además Pedagogo, de múltiples facetas, que creó “escuela” y una constelación de discípulos que continuarían su obra. Su discurso al inaugurar la Universidad de Chile, de la que sería su Rector aún después de su desencarnación, impresionó al joven Rafael Caldera, cuando a los diecinueve años escribió su obra “Andrés Bello”, -clásico continental del bellismo-, analizando las principales las vertientes del Maestro.

Fue el pionero, en América, del Derecho Internacional, siendo el redactor de gran número de Tratados, además de la reseña de Bolívar en Londres, de lectura obligada, y de la adaptación de los principios del Derecho de Gentes, a la realidad americana, para hacer más fluidas las relaciones internacionales de las jóvenes naciones.

En geografía, astronomía, historia, poesía de corte clásico, cultivo del latín, griego y otras lenguas, Derecho Romano, Crítica Literaria, Discursos en el Senado Chileno, traducciones como la de Orlando Enamorado, e incontables artículos para la educación de América, sus estudios del Cid, los de Filosofía y filología, entre otros, sus columnas en el Repertorio Americano y en el Araucano, denotan la vastedad de su saber.

Cuando, en cierta ocasión Antonio Leocadio Guzmán daba un discurso sobre Andrés Bello, se disculpa enseguida cuando observa que le resulta poco fácil abarcar la inmensidad del personaje.

Andrés Bello sigue siendo uno de los principales maestros de las patrias americanas, ya que trascendió los límites de la propia, y los nuevos líderes e intelectuales, y cualquier persona que se precie de culta, precisa emular, cultivándose, en las obras completas del sabio venezolano.
Qué influjo no ejercería sobre Rafael Caldera en su larga trayectoria política, pedagógica y de profundo pensador, como se denota en “Moldes para la Fragua”, y en “Reflexiones desde la Rábida”, sin duda otro modelo a emular, para las nuevas generaciones.

Juan Vicente González estaba asombrado cuando el 24 de noviembre de 1865, al llegar la noticia de la desencarnación de Bello, la gente, en la Caracas de entonces, la recibió con cierta indiferencia. Él presintió el suceso al ver que esa tarde era menos alegre que las otras tardes caraqueñas.

Luis Correa señala algo análogo con Teresa de la Parra, escritura de exquisita prosa y estilo clásico, con sus obras cumbres Ifigenia y Memoria de Mamá Blanca. Argentina, México, y el resto de Latinoamérica, exaltaron los méritos literarios de su obra, pero en Venezuela pasó como algo intrascendente.

Empero, los maestros de la Patria constituyen los paradigmas que es preciso emular en la edificación de la propia obra, ya que ellos vieron más lejos los futuros destinos que se precisa construir en el espacio y en el tiempo. Un claro ejemplo lo tenemos con José Antonio Páez y Simón Bolívar.

Pero, al igual que lo hiciera Andrés Bello, hay que avocarse al estudio de la obra de todos los grandes hombres, y mujeres, de la humanidad, para el cultivo de la Doctrina Universal, y tener la visión amplía en las funciones de líderes, que cada generación está destinada a generar.

Centremos, las nuevas generaciones, la atención en la obra de Andrés Bello, y sin duda alguna tendremos el mejor ejemplo a emular en el desarrollo del propio intelecto y comprensión del mundo en el que nos ha tocado vivir.

Adelante.